Un viaje interestelar que vale la pena experimentar.

Square Enix ha sido una de las empresas que más títulos y series ha revitalizado en estos últimos años de transición generacional de consolas. Su caso más mainstream ha sido Final Fantasy VII Remake, pero otros estelares como la franquicia Chrono se dieron a conocer por primera vez en este hemisferio.

Star Ocean es una saga que cuenta con más de diez títulos. Muchos de los últimos han sido corrompidos por no muy buenas recepciones por el público, y mucho menos aún por la crítica especializada. No obstante, el estudio Tri-Ace decidió no darse por vencido y trabajó una vez más en una nueva obra. Así es como este 2022 recibimos curiosamente a The Divine Force en PC, Xbox y PlayStation.

¿De qué se trata el juego? Bueno, principalmente y como suele ser habitual, nos vienen a ofrecer una experiencia tridimensional que trae consigo un ticket para un viaje espacial del que -confirmamos- NO TE VAS A OLVIDAR. Porque sí, porque realmente y sin spoilear, esta vez lograron revivir aquel sentimiento de inmersión que tanto revuelo causaron en la primera década de los 2000. 

La historia transcurre, en gran parte, en el espacio exterior y en planetas que están asentados con una tecnología muy superior a la conocida por los humanos, pero también se harán pasajes por mundos que están alejados de cualquier concepto de civilización conocido. Comenzarás la partida eligiendo el sexo del capitán de una nave. Luego de un par de cinemáticas y una intercepción brutal de otro vehículo de la Federación, caerás en Aster IV, una tierra con linajes ancestrales y reinos muy pintorescos, pero con muchos peligros que la acechan. Una vez que tu transporte aterriza de emergencia, rápidamente conocerás a Leticia y Albaird, quienes serán los primeros personajes en sumarse a tu party mientras intentás hacer frente a todas las amenazas.

A nivel jugable, este Star Ocean mantiene las bases conocidas de cualquier JRPG de acción en tiempo real. Hay zonas de exploración en las que se premia la investigación y curiosidad del jugador, combates con bosses, minijuegos y aspectos sociales que enriquecen muchísimo el desarrollo de los múltiples actores involucrados. 

No todo son caritas felices, pues hay dos cosas que el título podría haber mejorado. Si lo tuyo son las experiencias hardcore, lamentamos informar que este juego no presenta gran dificultad. Hemos finalizado el arco principal seleccionando “Universo” (la más difícil) y, simplemente organizando las skills y analizando las secuencias, no hubo un mínimo momento que nos descolocó o haya costado superar. Por otra parte, a nivel visual se lo siente no tan moderno desde el gameplay y animaciones generales, no se saca ni un poco de partido de toda la potencia gráfica de las plataformas donde ha salido. Esto no le quita el mérito a toda la diversión que ciertamente nos ha brindado, pero sería deshonesto no mencionarlo. Su soundtrack, por su parte, es una auténtica locura. 

Particularmente el combate es muy divertido y no se lo siente anticuado, ya que los elementos RPG están simplificados en un sistema muy organizado que permite ver reflejadas las mejoras de habilidad en el campo de batalla, así como también desde el game design se ha decidido cortar con pantallas de carga y profundizar en la optimización de cambios de equipo. Los combos, al ser en tiempo real, se los ve sólidos en comparación con entregas laterales de la misma publicadora y -en PS5– la configuración del DualSense se percibió muy cómoda para encadenar los ataques. Hay miles de tutoriales para practicar si encontrás dificultades en su esquema, pero con un poco de tacto fácilmente podrás hacerte con los controles y dibujar una infinidad de posibilidades contra los rivales.

Nuestro veredicto culmina en que Star Ocean: The Divine Force es una obra buenísima que vale la pena ponerle el pecho a su enorme caudal de horas, siempre y cuando el aspecto audiovisual no sea un impedimento. Este es un cuento largo, pero gratificante. Nos hubiera encantado verlo porteado en Nintendo Switch, aunque aún no perdemos las esperanzas. 

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